He pagado la entrada,
¡muy costosa!, por cierto,
apresurándome a coger el mejor sitio, cercano,
próximo a tu inexcusable y vital discurso.
Consiento la opresión de las masas,
que se unen en este recinto de infinita esperanza,
pues el pasado, ya ha dañado todas mis meditaciones.
Y se alza el telón, entre vítores consentidos y,
algún que otro desprecio, propuesto por la indiferencia
de unos pocos, que aún no entienden el silencio,
como la verdadera protesta ante nuestro incierto futuro.
Miras, con ojos de águila, buscando carroña
para tu necesidad de poder y gloria,
en tu campaña de captación y mentira,
y yo sigo impertérrito, desgranando tus palabras,
en este lugar que proyecta esta película, que tanto me recuerda
a aquella, que ya pude visionar hace un tiempo,
donde las promesas sólo fueron guillotina
para los seguidores a este tipo de burlescas comedias.
Pero, no es momento de carcajadas,
si bien, los protagonistas han cambiado,
no sé, si quedarme con la interpretación pasada,
o esta paráfrasis tuya que habla de futuro y esperanza.
Tantas películas vi, tan parecidas a esta,
que estoy seguro que no podrás sorprenderme,
por más que los efectos especiales de tu alocución,
intenten disfrazar tu verdadera esencia.
Aún así, espero se cierre el telón,
mientras apuro la bolsa de palomitas,
¡muy costosa!, por cierto,
para salir a la calle y decir a los cuatro vientos,
que nunca segundas partes fueron buenas,
ni tan siquiera el mal de las “secuelas”,
que vuestra irresponsable conducta
dejó en los sueños de las personas,
que siempre amaron la vida
en versión original y sin censuras.
Miguel Ángel Bernao
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