Cuanto bien no haríamos, si entregásemos
abriendose el alma los adornados sentidos,
que en tanto se encuentran adormecidos,
en un lugar fragoso como desconocido.
Seriamos de nuevo nosotros mismos,
al fresco resuello de la lluvia eterna
que ahoga de pureza nuestro misticismo.
Pero bien se conoce que todo se guarda
por si acaso, y sin quererlo se custodia,
para cuando la noche de umbría se arrope
y de eternidad se cubra la vida.
Y aunque pida que me concedas todo,
en las entrañas guárdate el motivo,
y cual si fuese una sencilla alma;
que me amas…dímelo al oído.
Derechos reservados del autor – @Poemas 2011
Prohibida su reproducción sin la autorización expresa del autor
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