domingo, 8 de enero de 2012

El verso talado

En los anchurosos valles de mis recuerdos,
 entre arboledas de follaje mustio y quebradas ramas,
inseguros se distribuyen los frondosos árboles,
esperando el descabezamiento de sus entrañas.
En medio de la fuerza del escogido momento
 hinchada luce el hacha su resplandor funesto,
y aquel dolor incomparable y comprensivo
que la madera impregna en dulzor de savia.
Tengo una parte aquí de mis recuerdos,
no aprovechada en los perdidos silencios,
atracándose mi pluma en madera talada
en el papiro prendido de mis suspiros.
Debe ser comedido y encarcelado el acto,
de limitar el árbol a un reprimido vendaje,
figurándose cierto el débil testimonio
de mis ojos absortos y entristecidos.
A la entrada del valle dejé mi esencia,
muriendo por resplandecer el paisaje,
recitando mis versos en tu apariencia,
ante el cuerpo truncado de tu ramaje.
No hay corazón que bravo aguante,
aunque no sintiera pena,
viéndose talar los árboles
en la llanura de mi tristeza.
De esta manera agarro tu mano
con la herida aún abierta
con la fuerza de mi savia
soportando tú presencia.
¡Que no talarás más palabras
en los pliegos de mi inocencia,
que mal librada y ausente quede,
la fuerza de tu conciencia!


Miguel Á. Bernao

No hay comentarios:

Publicar un comentario