jueves, 16 de febrero de 2012

La huerta de San Vicente

Entiendo que, tras el visillo el verso despierte,
al igual que comprendo que la madera se cubra
de tinta y de finos aromas dispuestos en paisajes.
Prosigues ante el recurrente contraste entre la vida y la muerte,
queriéndose llegar con el alma abierta a la intima verdad,
soñando entre campos, con huertas de arroz y terso tabaco.
Granada encierra tu alma en el destierro del recuerdo,
entre sentida poesía, pentagramas de nostalgia y puro teatro.
Primo de serviles alas, como quiso Alberti, Rafael, llamarte,
poeta de mundos separados por mares de ahogados romanceros,
primo, hermano, amigo, escribe tu ilusión en el silencio,
en la huerta que divisó desde tu ventana la sierra nevada,
la Alhambra sangrando batallas, el tiempo criando nostalgia.
Federico..., tu juventud fue sesgada por la culata y la ignorancia
de aquellos que llamaron sensibilidad a tu bondadosa alma,
que tanta riqueza dejó en la bella e ilustre Granada,
y en las noches la tristeza de tus sentidas palabras.
¡Rojo, poeta, maricón!: en tu sien gritó el vil destino,
y al caer al negro abismo, la pólvora deshizo el torrente,
de tus inolvidables versos en la huerta de San Vicente.

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Miguel Á. Bernao

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