miércoles, 23 de mayo de 2012

De niño

De niño, entre los sueños resguardados,
sobre las primaveras, adonde las rosas fecundan
cielos y ríos de pétalos blanquecinos,
donde el agua reposa y el olivo crece,
el alma abrirse quiere y, llorando
en el afán de las sombras que anegan brillos,
pronto dispone; invocando los recuerdos,
los gloriosos ocasos de mi destierro.

Esta piel que se descompone al paso del tiempo,
ya palidece juntamente al gris etéreo de los mares
y el niño, sigue entre sueños resguardados de otoños
con la hojarasca disimulada en los caminos que el sueño,
ya dormido, irrumpió en la noche con nostalgia.

Allá, por los senderos, en una soledad que agota distancias,
conforta saber el silencio restaurado sobre el tiempo,
en las imaginaciones prestadas por la mente,
donde acuden los vivos a enjuiciar el divino poder
que ejerce el sueño y la esperanza en nuestras vidas.

De niño, ya presentía que los instantes serían silencios,
desterrados en noches sin luna y en soles sin días,
presentía...que solo existiría una primavera que abriera
los otoños de mi melancolía y, como esa hoja arrancada,
que vuela y se envejece, que sufre y se desmaya...
mil días cubrirían de lunas las noches en tu ausencia.

En el sueño encontré la paz,
sobre esta remota primavera misteriosa,
que yo mismo deje fecunda,
no importa que la vida sea eterna,
que no es voz de niño los hundidos lamentos,
ni el desconsuelo en los profundos desvelos.

De niño ya amaba los placeres prohibidos.


Miguel Á. Bernao

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