Déjame

Déjame que te recuerde en los olvidos
ante los cristales que se agrietan en instantes
de nostalgia y cenizas aún candentes.

Déjame saboreando la lluvia de tus lágrimas
en este silencio de melancolía que me embriaga
y me concede la virtud de recordarte
en los contornos sentidos del alma.

Déjame gritar al ocaso en las almenas
y que la llanura se lleve los lamentos
por los vientos y los campos de amapolas.

Déjame acariciarte en los aires claros
en el pensamiento desdichado de tu falta
que tantas noches se cobija en mi almohada.

Déjame atravesar los horizontes con las alas desbocadas,
que sea la eternidad nuestro eterno confidente, y el destino...
que fluya por la vida con los recuerdos y el presente.

Miguel Á. Bernao

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