Lo poco que se de ti me atemoriza
y, no obstante, pretendo cortejarte
con la fiebre trémula de mi cuerpo
y la bruma de una noche perpetua,
atravesando extensos crepúsculos
en el padecimiento de mi sufrimiento.
Lo cotidiano, cimienta los tabiques altos
en la necesidad de olvidarte en la dicha
y en la pena trepar por las madreselvas
para someter el silencio y el abandono.
Hay noches más oscurecidas que otras,
sin honores, ni recuerdos que satisfacer,
las sombras con sus ramas puntiagudas
y los enfermizos otoños a medio florecer.
Lo poco que se de ti…
mejor prefiero arrinconarlo
en las esquinas de los abismos
y los silencios de los olvidos.
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