Las emboscadas del credo y las distorsiones existenciales,
los salvadores en el zaguán de los irremediables perdones
y los guardianes del alto cielo jugueteando con los trances,
mientras en la tierra el hombre muere y enferma de vicio
y por las calles, la sangre agrediendo el insondable olvido
de esta realidad taciturna y apreciable para las emociones.
Yo toco ese silencio con la espiración hueca de mi credo
mis utopías, mis avernos y mis indescriptibles desaciertos
y no deambulo por los callejones del consagrado misterio
pues de mortales serán las inclinaciones entre tierra y cielo.
Escucha esta contradicción: creo en todo y a la vez en nada
y creyendo dispongo los horizontes de mi magnánima alma.
Miguel Á. Bernao
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