Llueven estruendosas gotas de nostalgia,
las calles desiertas entre el vaho de un suspiro
y las esquinas sucias de desperdicios,
donde los perros husmean a sus anchas.
Me has dejado una esquela sin apenas palabras
el aromático carmín transpuesto en los pliegues
y una mancha robusta y negra de impotencia
en las esquinas extendidas de tu ausencia.
El aroma a café estrangula el hálito de mi aliento,
el albor descompone la ceniza de los cigarrillos
y en un periódico aún no escrito,
se vaticina una noticia pendiente,
un escándalo de pasiones rebeldes y un silencio frío.
La lluvia ya no son gotas, son afluentes de tristeza,
cardos ceñidos a la cintura de mi dilatada sombra,
una cuenta pendiente en la abnegada barra de gente
y los alaridos de rencor incrustados en mi mente.
De tanto envidiarte y gozarte, desnudo el motivo
que hoy me lleva a odiarte con el látigo enfurecido
y flagelo mi culpa entre los desperdicios de tu recuerdo
caminando por un camino hacia ninguna parte.
Antes de huir, concebí la crónica de este suceso
y ahora tan solo espero... el royalty de mi suicidio.
Miguel Á. Bernao
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