miércoles, 26 de junio de 2013

Morir fingiendo

Morir fingiendo que he vivido
entre aristas espinosas;
nunca más mi corazón sanará
del fausto resuello de la muerte,
y aunque tú no puedes hacerme daño,
cuido del viento que desploma las hojas
en el otoño triste de mis congojas.

Si alguna vez me causó ternura amarte
pudiera ser que el beso ya se hubiera fraguado,
lentamente, en el ocaso de los soles y el rigor del frío,
allí, en los proscritos silencios donde el rumor fenece
en el tránsito inconexo de mi debilidad insufrible;
y todo complementa mi indisciplina al rigor plausible
¿acaso esto nos distanciará en nuestra eternidad?

Puede ser que nada exista en ese instante de silencio,
tal vez, un vago preludio de clarines y la levedad, 
meciendo los tórridos axiomas de la sabiduría
mientras la vida se despoja de su certeza invisible.

La verdad de todas las sucesos se encierra en la mentira
de aquellas otras cosas que el hombre siente y el alma guarda.

¿Morir fingiendo que he vivido?




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