Infrecuentemente, hoy he despojado el alma de la piel
arrancando las famélicas tiras de la cárcel que me ahoga,
e dispuesto la ensoñación en una umbría noche sin estrellas
y en silencio he desterrado el hálito frío de mis entrañas.
Casualmente ya hubo instantes donde necesite desnudarme
pero nunca llegó la oscuridad que pretendiera mi despojo
y el tiempo iba pasando agrietando los espejos y las sombras
y el alma triste vagando estaba en la holgura de mis adentros.
No presté atención en la vulgaridad inocente de los días,
esa presunción de monotonía donde el cuerpo agoniza
y lentamente transita al abismo de la muerte más sombría.
Y ahora, infrecuentemente , en mis estados de ánimo,
compruebo como la vida sentencia mi longevidad enferma
al cadalso ingrato y lúgubre de los momentos desperdiciados.
Y la piel ya no se estira, y el hombre sentencia su miseria
en la destreza del recuerdo y el chirriar de la memoria.
Infrecuentemente he muerto en la ensoñación de mi vida.
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