Pensé en la vejez
como el que piensa en un domingo otoñal,
enclaustrado en una alcoba sin ventana
donde la lluvia jamás pudiera penetrar.
Pensé deshojar mi memoria, dejarla desnuda
y creerme un hombre inmortal.
Por la senda del recuerdo vino la memoria
y aquellos juegos inocentes
que nos hicieron niños antes de tiempo;
y el caso es que todo concurre en el presente,
como ese instante donde la luna se escapa de la noche
y los mares retozan entre la tormenta impertinente.
Y me bastó creerme despierto
por estos tiempos nuestros
donde aún queda vida,
y la inocencia sigue jugando
con los posos del café
y el sabor amargo a nicotina.
Y me bastó saber que mi alma perecería
en los balcones excelsos de la muerta más sabrosa.
Pensé en la vejez y crucé los tiempos
entre evocaciones perdurables de mi vida.
Imagen tomada de la red.-
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