Me llega la turbia ilusión de tu muerte
entre el violento desánimo de mis sueños,
agrietado el eco, pronuncia tu nombre,
al opaco silencio de mis fieles secretos.
Hace falta estar ciego, para no ver tu alma,
dejando huella en el trance de los inviernos,
en los tejados, de nieve cándida sepultados,
la marca ausente de tu voluptuoso cuerpo.
Tu esencia, evaporada antes de ser escarcha
juguetea con mi cuerpo, aprisionando las ganas
de tenerte, cerca, en el balcón azul de mis sueños.
Y el mar agreste, golpea mis lágrimás de sal en llamas,
sin apagar el dulce deseo de amarte para siempre,
aunque de nuevo, entre desvelados sueños recurrentes,
llegue con voz hiriente, la turbia ilusión de tu muerte.
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