miércoles, 16 de noviembre de 2011

Aquella tarde

Me hablas como si tuviera que escucharte,
mas bien, sin quererlo, me obligas a ello,
como si el veraz pasado se hubiese escondido.
Me ahogas con tus frases de perdón, lapidarias,
en un baile cínico e inconcluso de palabras
mirándome a los iris de mis ojos sombríos
donde deposito la sombra de mi sospecha consciente.
Me agredes con falsedades inoportunas,
escupiendo tú aliento decrépito al aire frio,
y aún hay algo de mí sobre ti disimulado,
pues de vaho se llena el cristal que nos separa,
en esta noche de reencuentro y falsas miradas.
Aún así, ya es tarde, para caldear el vacío
que tu voluntad; falta de juicio y de detalle,
dejó mi corazón triste y herido aquella tarde. 


Miguel Ángel Bernao

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