martes, 15 de noviembre de 2011

Retraso en la edición de "El juicio de la conciencia"

Querido amigos, compañeros y lectores de mi BLOG, con gran desesperación he conocido hoy la noticia, de que la publicación de mi primera novela titulada "EL JUICIO DE LA CONCIENCIA" tendrá un considerable retraso, debido a factores comerciales y de rectificación, todos ajenos a mi voluntad. Espero que pronto pueda estar solucionados los problemas antes señalados y podáis disfrutarla, con la misma ilusión con la que yo termine de escribirla.

Os dejo un pequeño fragmento para que podáis saborearla antes de su publicación final.

Un fuerte abrazo.


Fragmento: "El juicio de la conciencia"

"Quiso el devenir de la historia que Venecia se convirtiera en patria de amores y sin sabores a lo largo de los Siglos. En sus misterios mas ocultos subyacen sentimientos contradictorios, en cuanto, al devenir de una historia que no ha dejado indiferente a nadie. Si recorremos su cronología, Venecia se nutre de belleza por todo sus poros, simbolismos y acontecimientos que lejos de oscurecer su pasado han engrandecido su presente, y es ese anquilosado pasado el que clama resurgir de sus cenizas, mostrando al mundo los silencios de sus canales y los gritos de sus puentes, por no decir del inimaginable y armónico sentimiento de amor que en aquella urbe mediática se pudo respirar durante el transcurso de los años. Se ha escrito más sobre Venecia que sobre la mayoría de las otras ciudades del mundo. Pero la Venecia derrotada acaeció símbolo de grandeza perdida, lugar de melancolía, nostalgia, romance, misterio y perfección. Como tal, ejercía un poder irresistible en pintores y escritores."

"La decadencia de Venecia era manifiesta. Las gentes Venecianas, ajenas a la inminente conquista por parte Francesa, se afanaba en seguir manteniendo su patria inerte. Tras la Revolución francesa de 1789 la cultura veneciana admirada hace tiempo, poco a poco, se iba marchitando. La muerte de Venecia se había predicho, declarado y lamentado durante doscientos años, desde que en 1797 Napoleón puso de rodillas a la otrora poderosa República Veneciana. En el apogeo de su gloria, Venecia había sido la máxima potencia marítima del mundo. Sus dominios se extendían desde los Alpes a Constantinopla y su riqueza no conocía parangón. La variedad arquitectónica de sus palacios bizantinos, góticos, renacentistas, barrocos, neoclásicos, reflejaba una estética en constante desarrollo moldeada por un millón de conquistas y la acumulación de sus respectivos botines. Pero en el siglo XVIII, Venecia se había entregado al hedonismo y la disipación: bailes de máscaras, mesas de juego, prostitución y corrupción. La clase gobernante abandonó sus responsabilidades y el Estado se debilitó, impotente para resistir el acecho del ejército napoleónico. El Gran Concejo de la República Veneciana votó su propia disolución el 12 de mayo de 1797 y el último en la línea de ciento veinte dux dimitió. Desde entonces no hubo dux en el palacio Ducal, ni Consejo de los Diez en la Cámara del Gran Consejo, ni constructores navales que fabricaran buques de guerra en el Arsenal ni prisioneros que arrastraran sus pies por el puente de los Suspiros de camino a las mazmorras. "¡Seré un Atila para el Estado veneciano!", había bramado Napoleón en italiano para que no cupieran malentendidos. Cumplió su palabra. Sus hombres saquearon el tesoro veneciano, destruyeron montones de edificios, arrancaron piedras preciosas de sus nichos, fundieron objetos de oro y plata y se llevaron cuadros de primerísimo orden para exponerlos en el Louvre y en el Museo Brera de Milán".

"Antes de esta hecatombe cultural, arquitectónica y gula y codicia por parte francesa, El “Café de la Venecia triunfante” fue la referencia cultural de Venecia. Situado en el barrio antiguo de Rialto, su majestuosidad arquitectónica, ejemplo del gótico italiano, comprendido entre el románico y el renacimiento, fue el enclave perfecto para la cultura veneciana. Aquel lugar escondía misterios que aún con el paso del tiempo no han sido descubiertos. La mezcla de gentes era pintoresca, desde poetas, pintores, bohemios artesanos y clase culta y adinerada de la época hasta mendigos harapientos deseosos de un café bien caliente, convivían en perfecta armonía y equidad. Aquel café se hizo famoso por los versos recitados por parte de poetas venidos de otros lugares, tanto de Italia como de otros países. Era tradición alimentar los sentimientos de las gentes venecianas sedientas de placer cultural. Por este motivo el día dos de cada mes, se erigía como el día del “Verso final”. Poetas provenientes del todo el mundo llegaban a ese café para recitar sus versos y ser merecedores del reconocimiento general y recordar la memoria de Luigi Spaleti Constanza fundador de aquél café".
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Miguel Ángel Bernao

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