jueves, 1 de diciembre de 2011

El pan del mendigo

Su basto aliento lanza gritos resentidos,
 golpes sumisos de un dolor sin previo aviso,
que dilatan el placer nunca correspondido
de la bondad servida sin egoismo.
Que ya perdió el pan que llevar a ese chiquillo,
por entregar su bondad al pobre mendigo,
que de tristes lamentos lleno su conciencia,
para hacerla dudar de su innegable inocencia.
Y al llegar por el camino sembrando tristeza,
halló con la boca abierta a su chiquillo,
pidiendo a voces y gritos pan de justicia,
por ser hijo de un pobre mendigo.
Y acarició su cara con indulgencia
mirando sus ojos verdes y sombríos
diciéndole con ternura al oído:
¡Qué triste ser pobre, mi niño,
y que gozo dar vida al mendigo,
mucha sed y hambre al egoísmo
para hacer virtud nuestro altruismo!
¡Qué triste mi niño, ser pobre y a la vez ser mendigo!


Miguel Ángel Bernao

No hay comentarios:

Publicar un comentario