miércoles, 20 de junio de 2012

Arrecifes

¿Qué mísero don disimula el rencor
que entre luminosas mañanas nubla
los parnasos y los furores del amor?

Murió la pasión en los silencios de la alcoba,
con la noche prendida en las azoteas,
los presentes ceñidos en los recuerdos
y la lluvia regando inocentes primaveras.

Prendió la lágrima su deforme reflejo
en las llamas salvajes de un olvido,
y la noche disimuló la tersa luna
y los horizontes limpió de brillos.

Llegó la palabra y el soñado momento
con las perdidas miradas entristecidas
dejando el sutil reflejo de los océanos
en la marea excitada del sentimiento.

¿Qué mísero don disimula el rencor
que entre luminosas mañanas nubla
los parnasos y los furores del amor?

Y el navío sembró olas de esperanza
partiendo de esta tierra que proclama
que el peso de las solemnes anclas
son tristeza que limita nuestra alma.

Pescaré ajenos y escondidos arrecifes
en las neblinas deslucidas de la pureza
atenuando el sempiterno abandono
que tus celos llevaron a mi tristeza.

¿Qué mísero don disimula el rencor
que entre luminosas mañanas nubla
los parnasos y los furores del amor?


Miguel Á. Bernao

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