domingo, 9 de septiembre de 2012

Alas inmundas

Sabe su vuelo desarticular silencios,
las alas asidas a un vientre refinado y frágil,
los ojos como crepúsculos sin brillo,
esas patitas oscurecidas y angulares
reposando su peso entre porquería.

Entran sin querer por donde nunca se abre
con giros de cabriolas a penas perceptibles
y nos dialogan mientras vomitan sus ácidos
para absorber nuestro congelado pensamiento.

Saben más que nosotros de ellas,
se llevan el aroma para germinar fragancias
y vuelven con apetencia a buscar migajas
mientras nos inyectan el narcótico del sueño.

Y mientras dormimos muertos de extenuación,
nuestros restos solidifican en la primavera tosca
y la esencia de nuestra inmundicia se queda,
perenne en las felices convulsiones de una mosca.


Miguel Á. Bernao

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