domingo, 9 de septiembre de 2012

Cuento

Diría que siento desconsuelo nostálgico,
ante la remembranza de una figura difusa,
una mujer disfrazada con adiestrada insistencia,
el dilatado ovillo entrelazado en los dedos
y esas cavidades huecas, llenas de ojos insípidos,
pieles envejecidas y marchitas de remangos.

Quiero perpetuar los inviernos de Maria
-es tu nombre virginal, magnánimo e ilustrado-
en la traslación condescendiente de mis sentimientos,
con el dulzor amargo de un secuestro inmerecido;
la muerte ya ha actuado, aquélla que habla en silencio 
y custodia esquinas solitarias en los instantes
donde el alma se entretiene con los fragmentos
de un efluvio de seductoras tonalidades.

Y vendrá a enraizar sus raíces en mi torso
y tendré que escupir el veneno que me asfixia,
aunque vuelva el deseo de escuchar tus cuentos
en el dilatado horizonte de tus desvelos.

Creo que sabré monopolizar tu herencia,
apenas un recuerdo donde el polvo nunca llega
y esa calidez del firmamento postrado ante ti
y ante el refinamiento pulcro de tus estados.

¿Por qué los cuentos me traen tu recuerdo?... abuela.


Miguel Á. Bernao

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