Acepta esencia mi abandono fugaz
ante el tenue descubrimiento de un silencio,
que remueve las raíces más duras del desconcierto,
salpica tus sangrantes espinas acontecidas
al barniz pegajoso de mi ilustrado cuerpo,
y obligame a pernoctar en tus palabras,
en la transgresora vitalidad de un encuentro que,
después de pasar una eternidad entre vigilias,
sucumbe en la rítmica melodía de mis silencios.
Seduce la caricia del lomo de tu credo
la sencillez de tus palabras maduras
y no arderá con bravura luz alguna
que queme tus ilimitadas enseñanzas.
Dame la eternidad de tus conocimientos,
el simbolismo intangible de las metáforas
que cuando caiga el telón de la existencia
la oscura noche desahogue tus plegarias.
Miguel Á. Bernao
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