miércoles, 5 de septiembre de 2012

Una ración de mejillones

Cuando los acreedores se hayan marchado,
con su céfiro traje y su esbeltez risueña,
visitaré las tiendas que se me antojen necesarias
-las joyas y demás placeres las dejo para el ambicioso-
yo soy más de humildes franquicias y cosas más terciarias.

Compraré pan y tabaco, un periódico que hable de nada,
iré a la modista a ensamblar un traje desgatado
y visitaré el bar para darme un placer culinario:
una ración de mejillones y quizás un par de cervezas.

Compraré, leche, pan, vino y cebolla,
los ajos no me gustan pues dejan sabor amargo,
y antes de volver a casa entraré en una librería
para dar gusto al sabio intelecto 
con los clásicos de la literatura.

Me permitiré pagar el metro que me lleve
de vuelta a casa, con dos pares de bolsas
y el justo alimento para una semana,
y al llegar de nuevo a casa 
abrazaré con cariño a mis hijos
entregándoles un capricho 
que elegí en unos “chinos”.

No es mía esta pobre riqueza,
¿acaso el rico eligió su fortuna
y el pobre su triste desgracia?,
yo no soy el culpable de tanta burocracia.

Por tanto no me hagan explicarles
como sería el día de un agraciado,
déjenme disfrutar de los caprichos
que la vida me va regalando.


Miguel Á. Bernao

Sígueme en:


Derechos reservados de autor @Poemas 2011
Prohibida su reproducción sin la autorización expresa del autor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario