Me aferro a la ilusión como gota al mar,
tierra humedecida de océanos impetuosos
que subyacen en los afluentes del recuerdo;
la campechana mano abriendo sus estrías
al abandono del tacto pasional de las mareas,
y a lo lejos, la tormenta imperfecta desatada
germinando espejos entre sombras de cristal.
Las tonalidades de la sumergida lágrima
son alimento para las redes de la nostalgia,
sobrando atardeceres de amarillas amapolas
y silencios e indiferencia, que el tiempo…
va desgarrando entre vuelos de gaviotas.
La tierra guarda el juramento de tus arrugas
y al viento encumbra el ancla y los sentimientos,
los océanos empapados de traviesas lunas
y las pleamares prendidas en los firmamentos.
¡Marinero del alma, en las tierras yacen mareas
que el recuerdo extiende y la mar siempre se lleva!
Miguel Á. Bernao
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