Dejaré mi postrera estrofa prendida en la esperanza
sin necesidad aparente de volver a encuadernar
las afligidas y humanas penas que me inquietan;
a media luz, la bocanada de mi condición sensible,
y en los epicúreos sentimientos la noche desbocada.
Prometí no escribir sobre la disciplina de la avaricia
que excarcela y evalúa la vanidad del aciago silencio
y vuelven las catervas, con el espetón desembocado
afligiendo la paz de nuestra complacencia y cautela.
¡Será que el mundo nunca cambia; neblinas negras
y la mismas miradas que ayer, marchitaron mi esperanza!
Y sin embargo, existiendo agonizo madurando aliento frío,
y vuelvo al edén, pidiendo al mundo mucho más sacrificio.
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