Probablemente me sienta algo más que ceniza,
como un querubín recién peinado y humedecido
en aguas medicinales y esencias perfumadas;
creo ser un desnudo imberbe que germina en el comienzo
de un bautismo de perspectivas visionarias.
Ya hace tiempo que sostuve trato con la gracia divina
y admiré el manuscrito de las multitudes que,
sencillamente, difamaban los pensamientos
de los malditos designios de una verdad indemostrable.
Esta humanidad asusta, y con ella me amontono entre la noche,
partiendo ramas y estelas desoladas, alumbrando los oscuros
otoños, desprotegidos del viento que se clava en los cielos
y en la ilimitada apariencia de la esencia compresiva.
¡Por esto y por aquello que no alcanzan mis ojos,
dejo mi consideración en el contorno del regreso,
en el onírico sueño de mi vigilia pecaminosa,
y que nada de cuanto pueda fatigar el sentimiento
sentencie la pluralidad de los variados pensamientos!
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