domingo, 24 de febrero de 2013

El viaje

La cavidad es monstruosa, lejanamente alcanzable;
muerto boca arriba, despunta la noche las estrellas
y la oquedad se hace sitio asfixiándome el silencio
en los sinuosos costados de mi depresión plausible.

Muerto ya, nada me queda, un bostezo de miseria,
la virtud revolcada entre la tierra jugando con la carroña
y los gusanos que avanzan descomponiendo mi vida
en harapos de recuerdos y serviles metáforas.

Hoy la luz se ha ido, 
-me abruma esta falta tan lejana-
como si el tiempo se hubiera estancado en el otoño
y la lluvia tan solo fuera lluvia, sin contraste, sin artificio,
 resonando en el angosto preludio de mi resurrección.

Siento el poder de la existencia lejana, la gravidez de su forma,
y aunque los gusanos ya han sesgado de mi cuerpo la bondad,
el alma se me escapa y el cuerpo se me queda enmohecido
y los parnasos ya han abierto el vellocino de sus entrañas.

El viaje tan solo ha comenzado…
aquí se quedan los gusanos, con la bondad sumisa
y con el perdón de mis insufribles pecados.


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