Nómbrame en la vaguedad deforme,
utilízame con la virtud del silencio,
úsame, proyéctame, desembarca en mí;
algo deambula en la claridad oscura de mi lecho,
con la brisa cauterizada entre las estrías de mi cuerpo,
y es que, habrá que dejar que las uñas crezcan
para arañar los remansos lúgubres del miedo.
Cautivo en ti, los ojos abiertos y el impávido
movimiento de mis somáticos desvelos
-puerca necedad que embriagas el deseo-
ábranse lentamente los infiernos a los desprecios
y que llueva de nuevo, que el alma se irá secando
en los inviernos afligidos de mi flagelo.
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