miércoles, 13 de marzo de 2013

De la educación, al sentimiento y otras atrocidades

La necedad es el espacio donde las interpretaciones se paralizan y socavan la tumba de nuestra insana mediocridad. Punto y seguido sobre esta afirmación, se hace necesario recordar el deterioro progresivo en el que, el ser humano se encuentra inmerso. El poder legitima la aprensión del pobre hacía unos estímulos ya de por si deteriorados, la moralidad enturbia el legado que las emociones han ido despojando en nuestra existencia y el frío, ese manto blanco de inviernos y tristeza desatada, va arropando la esperanza de nuestros sueños y anhelos. Si algo falla, no es el sistema como tal, falla la conciencia, falla la inoperante humildad de la humanidad, todos estamos inmersos en un proceso de aprendizaje, de conocimiento, pero el mundo gira y, de nuevo geminan en la tierra nuevas gotas de rocío en forma de criaturas, de las cuales esperamos la salvación, pero ¿qué modelo estamos planteando?, ¿hacía dónde caminan nuestras pretensiones?. La educación es la virtud y el éxito de la nueva generación, debemos enfatizar el protocolo de nuestros sentimientos y emociones y entregar la correcta y certera enseñanza de nuestra simplicidad. Los hombres tan solo somos sentimiento, no necesitamos del poder y la ambición para perfeccionar y moldear nuestro estado anímico. Algo esta podrido, se siente, se percibe y esta sensación nos embauca en un baile cínico y cíclico de mentiras e hipocresía. El hombre es mucho más que una prosaica enseñanza, mucho más que un patrón de bucles perfectamente diseñados y enlazados para, alimentar la máquina del infortunio. Debemos creernos hombres, debemos sentirnos humanos, debemos vivir con la ansiosa necesidad de entregar nuestro legado limpio de imperfecciones, luchar contra el indecoroso raciocinio de lo inmoral y ante todo; con la ilusión prendida en la esperanza, creer que el hombre siempre sabrá reflexionar a tiempo y anteponer su bienestar sobre la necesidad del prójimo. Es la única manera de avanzar sintiendo que el mundo es nuestro, que la vida es un regalo y el progreso, la única forma de volver a descubrir nuestros atemporales sentimientos. 

"La sociedad muerta".- Miguel Á. Bernao Burrieza


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