miércoles, 7 de agosto de 2013

Los espejos

Cuando la piel se estire y la muerte
envuelva de sombras mis recuerdos,
cuando el momento exija su certeza,
tan solo pido que, el tiempo se detenga
para colocar los espejos en las paredes.

Quizá, en mi temprana mañana,
vea de nuevo los cisnes en el lago,
jugando con la grafía de su cintura,
quizá los mares se encuentren 
y los cielos se abran para esposar
el alma en el tránsito de la obviedad.

Veré de nuevo las alamedas otoñales
creciendo en las riberas de los arroyos,
veré los querubines instaurando el amor
en la anarquía de sus frívolos deseos.

Y el beso, recorrerá la amplitud del espejo,
como la sombra de una noche moribunda
que tan solo desea morir en la penumbra
mecida en la turbada nostalgia del anhelo.

Entonces, recordaré las emociones que me produjo
el momento triste donde la eternidad fue solo silencio,
recordaré a mi madre, hilvanado mi intelecto
y gobernando cautelosamente mis vicios infernales,
recordaré los versos que se escaparon del afecto,
y en ese mismo momento, romperé todos los espejos,
para que la muerte se lleve mi vida entre el recuerdo.

He aprendido que, nada subsiste en el reflejo del espejo,
tan solo la oscura muerte y el eterno sentimiento.

Cuando la piel se estire y la muerte
envuelva de sombras mis recuerdos,
cuando el momento exija su certeza,
tan solo pido que, el tiempo se detenga
para colocar los espejos en las paredes.

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