A la noche entrego mis más fieles secretos,
y en su ascendente camino, se desmorona el cielo
en rafagas de luz ardiente, pues llegando al infinito,
el alma se entrega con eterno y fiel compromiso.
A la noche entrego los versos de mi arrugas,
amontonadas en el irreverente brillo de mi frente.
Y a ti, luz de mediodia, aunque no palpe tu textura,
te regalaré las sombras de mi noche y mis sueños cada día,
y un ramito de estrellas, colocadas en el abismo de tu belleza.
Miguel Á. Bernao
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