jueves, 10 de noviembre de 2011

La jaula del mundo

No decido el camino, ni tan siquiera, el motivo,
me dejo llevar, con cautela y sirviente abnegación,
por los márgenes subterráneos de esta vida;
encerrado, amordazado en una prisión sin salida,
 siento el desvanecimiento de mi alma,
anclada al destino, que soporta todo mi peso,
en un aire denso de amplios contornos.
Me acomodo en la esquina, donde,
el pájaro piquetea mi jaula de rendición sumisa,
y la luz penetra cegando la estancia de ilusión.
Me aferro al frío barrote de metal,
con las uñas roidas de hambruna,
pidiendo auxilio, con la voz prendida
en la esperanza de una irremediable huida.
Y llora el mirlo, encerrado ahora en mi mundo,
deseando entrar de nuevo en esta jaula de bienestar,
pues voló una vez con la libertad ansiada
y tan sólo pudo encontrar un mundo de crueldad.
Y ahora, yo soy el que decido,
con el juicio de mi conciencia herida:
si abrir el candado de esta jaula
y vivir unidos llorando nuestras lágrimas,
o ser culpable de un agónico suicidio,
pues, no volveré a surcar los cielos de ese mundo,
que siempre trató de herir mis sentimientos.


Miguel Ángel Bernao

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