viernes, 1 de marzo de 2013

Desvelo

Tiene el desvelo, la virtud de mostradnos la noche como pocas veces podemos llegar a imaginarla, y es que la umbría también guarda el traqueteo constante de nuestra vida en su rítmica asonancia de contrastes y la inescrutable serenidad que, a veces y casi sin sentirlo, se va escondiendo debajo de la almohada, y tan solo en el vaivén del sueño adormecido, descubre otro mundo de índole intangible, pero tan real como la vida misma. 

En la noche también se oyen los latidos del corazón, también el día vive con su insufrible ir y venir de gentes, sensaciones y emociones, unos atemperando el insomnio con el canturreo de la oscuridad, otros deambulando por los rincones de las calles, husmeando en el silencio y haciéndolo completamente suyo. A veces, sin apenas percibir lo que ocurre a nuestro alrededor, nos damos cuenta que el tiempo es prisionero de la noche, pues aunque el desvelo sucede e incordia, nunca pernocta eternamente en nuestras noches y, cuando el sueño llega, con el camisón impoluto de arrugas y su blanquecino destello, ya el día ha llegado a nublar nuestro ojos con el sol y, de nuevo percibimos como la misma gente sigue husmeando el silencio que tanto buscaban en la noche pasada y en los angulosos contornos del nuevo día que se encuentra de nuevo en su camino. 

Puede ser que la noche nos reconforte más placenteramente que el día, pues la noche trae el desvelo y a la vez el sueño, y tan gran virtud, es símbolo de haber dormido despiertos durante el mismo fragmento de tiempo y en dos lugares distintos el día y noche"

"Desvelo en el eternidad de un día irrepetible".-Miguel Á. Bernao


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